domingo, 20 de octubre de 2019

«De la calle»


Una tarde cualquiera…

—¡Eh!¡Parad!

—¿Por qué?

—¿Qué pasa? ¿Es tuyo?

—No. No es mío. Es un gatito de la calle.

—Entonces, podemos tirarle piedras. Si es de la calle, no le importa a nadie.

—¡Eso! ¿Qué más te da?

—¡No está bien!

—Nos molesta: maúlla y nos sigue todo el rato.

—¿Has visto la pinta que tiene? ¡A saber qué nos puede contagiar!

—Eso no es excusa para tirarle piedras.

—¿Ah no? Mira lo que hago.

—¡Qué buena puntería! Le has dado. Mira como corre a esconderse. ¡Qué cobarde!

—¡Le has dado en un ojo!

—¡Corre, corre! Ojalá te pegue un buen arañazo por aguafiestas.

—¡Eso! ¡Corre, salva al gatito!



Un año más tarde…

—¡Eh! ¿Qué haces?

—¿A ti que te importa? Será mejor que no te metas.

—¿Por qué le tiras las cosas de la mochila? ¿No eráis amigos?

—Ahora ya no. Yo no me junto con desahuciados que se pasan las tardes en la calle.

—Si tanto te molesta, vete.

—Cuando le tiraba piedras al gato no lo defendías tanto.

—Solo lo hice una vez porque te quejabas todo el rato de que nos molestaba.  

—Bah… Yo me voy, paso de que me contagiéis vuestra estupidez.



Tras un instante de silencio…

—Gracias.

—Te ayudo a recoger. Vivo cerca, ¿quieres venir a jugar un rato?

—Vale.

—¿Has jugado a Animalandia 3? No logro pasar de la mitad.

—Sí, hay un truco. ¿Esta es tu casa?

—Sí, adelante. Mis padres trabajan hasta tarde pero está Capitán. Capitán ven y saluda.  

—¿Es tu gato?

—Sí, desde hace un año.                              

—Le falta un ojo.

—Lo perdió de pequeño.

—Ah. ¿Es…? Es… muy bonito.

—Sí, lo es.

—Hola, Capitán. Y cariñoso…

—Sí, siempre lo ha sido.