La
llegada…
—¡Hola,
soy Buddy! ¿Alguien ha visto a mi familia? Busco a mi familia, ¿alguien la ha
visto?
Carla:
Hola, Buddy.
Tedd:
¿Qué hay, chaval?
Nala:
Suerte, colega.
—¿Dónde
estoy? ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis aquí?
—Tranquilo,
pequeño. Yo soy la vieja Nina. Somos vecinos de celda.
—¿Celda?
¿No tienes familia?
—Aquí
nadie tiene familia…
—Yo
sí, no debería estar aquí. No soy huérfano. Lo que pasa que la he perdido, solo
tengo que encontrarla.
—…pero
todos la buscan. Cálmate y, con suerte, el día de las visitas serás uno de los
elegidos. Tienes buena dentadura y el pelaje bonito. Pero, si de verdad quieres
una familia, es muy importante que no armes ningún escándalo ese día. Tú mueve
la cola con alegría y levanta las patas delanteras, ¡les encanta! No debes
desaprovechar ninguna oportunidad.
—De
acuerdo, vieja Nina. Así lo haré.
*
Meses después, el día
de las visitas…
—¡Mira
ese perrito, mamá! Mira cómo mueve el rabito.
—Sí,
hijo, es muy gracioso.
—¡Mira
cómo levanta las patitas! Quiere que lo abracen. ¿Nos lo podemos quedar?
—De
acuerdo. Queremos este. ¿Cómo se llama?
—Se
llama Buddy. Enseguida lo saco. Es un perrito muy alegre y simpático.
—Se
ha puesto a ladrar, mamá.
—¿Por
qué ladra tanto? ¿No quiere venir con nosotros?
—Me
parece que la vieja Nina y él se han hecho buenos amigos en muy poco tiempo.
¿Se han planteado una adopción conjunta? La vieja Nina es una perra muy dócil.
Lleva toda su vida entre rejas, sería bonito que pasara sus últimos años con
una familia.
—Lo
siento, nosotros queremos un cachorro, para que el niño juegue. Ahora que lo
pienso, ¿Buddy no es mayor para ti, cariño? ¿No prefieres un cachorrito?
*
—¿Por
qué has armado ese escándalo? Te has puesto como un loco. Si te hubieras
callado ahora estarías con tu nueva familia.
—Yo
ya tengo una familia.
—Pues
yo no la veo por ningún lado.
—Será
por las cataratas…
—Jovencito,
te lo advierto…
—Además,
no quería irme sin ti. Tenía que intentarlo. Cuando mi familia venga a
recogerme les diré que eres mi amiga y que te vienes con nosotros.
*
Años después, el día de
las visitas…
—Buenos
días, Buddy.
—Buenos
días, vieja amiga.
—¿Dónde
te llevan?
—A
dar el último paseo, a ese del que
ningún vejestorio regresa. Quiero que sepas que has sido un gran compañero. Me
entristece que sigas aquí por mí.
—¿Dónde
vas con la vieja Nina?
—A
dar el último paseo, hay que hacer
hueco para las nuevas camadas. Ya sabes, lo de siempre.
—Pero
es día de visita. Hay una pareja joven que quiere adoptar al residente más
veterano. Esa es ella, ¿no?
—Hola,
Nina. Qué bonita eres. ¿Te vienes con nosotros?
—¿Qué
ocurre? ¿Por qué ladra?
—Bueno,
resulta que Buddy y ella son compañeros de celda y nunca se han separado.
—Vaya…
no teníamos previsto adoptar un animal tan joven.
*
En otra vida…
—Buenos
días, Buddy.
—Serán
para ti, yo no he pegado ojo. La bola de pelo con garras se ha pasado la noche
clavándomelas en el lomo. Me pregunto qué tenía de malo nuestra familia estando
tú y yo solos. ¿Era necesario traer a ese bicho?
—Estás
celoso. Es normal. Ya se te pasará. Cuanto antes te hagas a la idea de que
tienes un hermano felino mejor para ti. Además, te vendrá bien su compañía
porque cualquier día daré mi último paseo.
—Sí,
pero todavía queda mucho para eso.